sábado, noviembre 24, 2007

Un insólito caso de honestidad


¡Ah, la vida en este maldito país! Es cierto, ¡cómo la odio!... está llena de timo, fraude, desesperanza, en fin, todo lo malo que uno puede esperar acerca de las generalidades de la existencia.
Entonces, ¿cómo no elogiar y alabar la excepción? ¿Cómo no resaltar una pequeña atmósfera de iluminación entre tanta y concentrada negrura? ¿Cómo no agradecerle, Dr. R.G. (legales razones me impiden mencionar el nombre), su generosidad, su sutil manejo de la verdad?... Ah, amargo remedio la verdad, dorado veneno que pocos nos hacen consumir...
Mi vida, hasta los treinta años, transcurrió dentro de los parámetros que podemos considerar normales. Quizás normalidad y mediocridad se hallen íntimamente asociados -al mencionar el tema reparo en ello- pero ante todo, lo rescatable era que no la pasaba mal, pocos problemas agobiantes y complejos turbaban mi mente. Y ese es el tipo de análisis que se presta más adecuado para entender los tiempos que avanzaron en mí...
Nunca supe bien la génesis del infame caos que desestabilizó mi vida. Un golpe en la infancia, decían unos, el efecto residual de algún psicofármaco, opinaban otros malintencionados; pero muchos más mencionaban el crecimiento de un proceso de degeneración de mis células mentales, lo que me conduciría a un nuevo y hermoso mundo de reposo vegetal.
La triste historia comenzó un fatídico día de verano, una mañana trivial, simple, aburrida y cotidiana, como casi todas. Me había levantado bastante tarde y de buen humor. Me hallaba parado frente a un espejo, observando mis ojeras matinales. Ese día no trabajaba, casi que sentía al tiempo como propio, corriendo en mi sangre, encarnado en glóbulos amigos y afables. En realidad, al mismo tiempo me sentía hecho un tonto, un poco más que de costumbre tal vez; lo cierto es que, frente al espejo de mi cuarto de baño, al encender la luz , comenzaron las alucinaciones. ¿Cómo decirlo? ¿Cómo describir la infernal parafernalia, la angustiosa opresión?...Al principio era una especie de escalofrío que recorría cada milímetro del cuerpo, después venía un mareo intenso y un cosquilleo detrás de la nuca para, por fin, iniciarse un proceso confusional de delirio . Ah, cruel y repulsivo delirio que casi me lleva de este mundo... Me sentía de lo peor, acostado en el piso del baño, veía como miles de cucarachas bajaban por los azulejos y se acercaban a mí, me besaban en la boca. Ah, qué horror, aún siento el cosquilleo de sus antenas en mi nariz, sus patas escarbando en mi lengua... Cuando se iban, venía el castigo auditivo: la atormentadora sirena de una ambulancia. Mis tímpanos se inflaban como un globo de cumpleaños soplado por un desagradable niño travieso. Y luego, el fogonazo postrero y las imágenes más trágicas y desoladoras de mi vida: mi propia muerte, ah, qué forma más horrible de morir..., no podría volver a describir con exactitud las agonías que se tejían en mí , que se urdían en mí, la vergüenza me impide dar más detalles.
Así fue el comienzo de mi mal, al principio los ataques eran esporádicos, luego llegué a contar tres diarios. La gente que me veía decía que me retorcía en el piso como un condenado durante unos cuarenta minutos, mientras babeaba copiosamente y pronunciaba palabras incoherentes. Como consecuencia inmediata mi estado físico empezó a deteriorarse a la par que mi psiquis, la que ya parecía un carnaval de dolores arrastrando su comparsa de bufones en terapia intensiva. En menos de un mes había perdido veinte kilos, lo que en mí, una persona más bien delgada, ya parecía demasiado. Era la errante sobra de la sombra de un ser viviente que aguardaba la pesadilla final.
Con el paso de los días mi escuálida figura fue desfilando ante distintos profesionales del arte de curar: psiquiatras, neurólogos, psicólogos, curanderos, parapsicólogos, manosantas y quién sabe cuántos más...Mi cabeza se llenó de oraciones, plegarias, píldoras, yuyos, agua bendita, cables, botones y jeringas. Mil quinientos estudios y análisis y ninguna solución...Deambulaba todos los días por esta maldita ciudad sin saber qué hacer. Imagínense ustedes a un pobre hombre sin rumbo en un desierto y a merced de sus enemigos.
Lo único que había cambiado era mi estado patrimonial que, a esa altura, merecía el calificativo de ruinoso y desesperante. Todos me habían defraudado La sociedad me había utilizado como conejillo de Indias, habían experimentado con diferentes tipos de tratamientos, habían clavado en mí cientos de agujas, había soportado rigurosísimos regímenes de alimentación. Tendría que mencionar también acerca de mi triste experiencia en una casa pública de salud mental, donde mediante diarios electroshocks intentaban encaminar el rumbo de mi salud, cosa que no sucedía, es más: empeoraba. La frecuencia de los ataques había aumentado considerablemente en menos de una semana y la situación era verdaderamente insostenible. El suicidio rondaba mi cabeza permanentemente, como única salida posible de las tinieblas pero, bueno, creo que ya lo anticipé en las primeras líneas del relato, todo desembocó en un final feliz, un inesperado final feliz. Lo que debe llamarse un “insólito caso de honestidad”. Es una reconciliación con mi tierra y con mi sangre, yo lo siento así... Ah, los héroes anónimos...

El Dr. R.G. me devolvió la confianza en la vida. El brillante profesional desentrañó las causas de mi extraño mal: una especie de hipersensibilidad a ciertos colores que se manifestaba de manera mutante: a veces ante el color rojo, otras ante el verde o el amarillo y se originaba por una anormal secreción de endorfina, sustancia de características similares a la morfina, que se halla nuestro propio organismo. Por desgracia, mi rara enfermedad era de difícil pronóstico.
El Dr. me curó y ahora soy una persona nueva. Ya no tengo visiones infernales ni terribles. Ya no me excitan los colores. Mi cerebro está libre de las penosas pesadillas.
El Dr. R.G. atiende sin cobrar un peso de plus y por obra social. Lo digo yo, que no le aboné un céntimo. Lo dirían los abuelos a los que asiste en las eutanasias. Por mi parte, lo recomiendo con fervor. Ni siquiera quiso cobrarme el frasco de ácido muriático con el que quemó mis ojos. “Si no puedes suprimir las causas, suprime el efecto”, siempre decía.

15 comentarios:

Juan B. Morán dijo...

Estimado Marqui
Me ha encantado el texto, tiene toda su componente simbólica. A veces creo que el rastro de salud es darse cuenta de lo que sucede, mientras otros queridos conciudadanos viven sin darse cuenta del daño o de la enfermedad o incluso de la ceguera, pues se conforman con las miserias de esta sociedad. Vender el corazón a precio de pan.

Saludos

Unknown dijo...

Creo que el Dr es un poco exagerado, aunque quizás eso permita soluciones terminantes, terminales o cardinales. Yo le hubiese recetado un buen par de anteojos negros, aunque con eso tendría algún riesgo de recaída.

malditas musas dijo...

Dame el teléfono de ese Doctor... hoy lo necesito más que nunca.
O mejor ¿Alguien quiere un par de ojos? Sí, son marrones... Acá te los dejo (no sé muy bien dónde porque no veo).

Muy bien desarrollado, Marquinho. Te lleva, es divertido.
Si me permitís una sugerencia de correctora hinchapelotas: probá en el ante penúltimo párrafo "Con el paso..." transformar los 3 adverbios terminados en mente que cortan el ritmo.
Me gustó, redondito como un ojo su cuento, mi amigo.

Un abrazo y gracias por el poema en las musas (me ha golpeado fiero...)

besos
Musa

MaLena Ezcurra dijo...

Leerte para mí es vital, lo hago de cuando en vez pero siempre me provoca sensaciones nuevas.

Excelso, por texto y por imágen.

Un abrazo.

-Monique- dijo...

Qué exajerado ese doctor..
Pero bueno
Supongo que podría ser útil.

Buen texto...

Marquinho dijo...

gracias a todos los comentadores: Monique, Ary, Malena, JuanBm y Musa querida.

Dr. Dardo Curare dijo...

¡Excelente labor de ese, no menos excelente, colega!

Loredana Braghetto dijo...

Felices Fiestas y hasta el 2008!

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Anónimo dijo...

Honestidad brutal!
Sí, ya sé, poca imaginación la mía, jajja. Pero qué letras Fer, qué suspenso!

Excelente!
Un gran abrazo!!!

Juan B. Morán dijo...

Estimado Marqui

También te deseo unas felices fiestas, días de amistad y buenos deseos.


Saludos

Juan Ignacio Arias dijo...

Como en aquel gran éxito de los años sestenta, "EL HOMBRE DE LOS OJOS DE RAYOS X" en la cúlmine secuencia de la iglesia donde sale a la luz la sentencia Biblica: "SI SU OJO TE MOLESTA, ARRANCATELO... ARRANCATELO!!!
Un abrazo grande, mucha tolerancia a los alimentos, los productos y los seres que salen a la luz en navidad y un año piola, si es que no nos intercambiamos mailisticamente hablando.

Unknown dijo...

MUY BUENO FER
DESDE EL TÌTULO HASTA EL FINAL!!!

AMIGO
MIS MEJORES DESEOS PARA VOS!

MUCHAS FELICIDADES!!!

UN ABRAZO

ADAL

Anónimo dijo...

Fiestas sin festejo, mejor fiebre de sábado por la noche!
jaja
Fer, se te extraña!

Besos enormes!!!

Anónimo dijo...

POR UN AÑO MAS SABARASA!!!!SALUDOS DEL CAPRICHO ILEGAL...

GDC dijo...

Muy bueno amigo!!!
Haber cuando das la cara por la arcilla. Se ve que estás ocupado, pero para bien.
Espero que hayas empezado muy bien el año.
Saludos.

Dr.Peróxido